miércoles, 13 de agosto de 2008

Sicarios y Mediatrices: el comienzo

Ya ni siquiera debería aclarar la cantidad de veces que cree un blog con la firme promesa de mantenerlo.
La idea siempre, indefectiblemente, me surge en el colectivo. Yo me siento, en el asiento individual preferentemente y mirando por la ventana, y ahí las ideas empiezan a volar. Se me ocurren tantas, pero tantas cosas maravillosas que cuando cruzo la puerta de mi casa estoy decidida a crearlo.
Claro, que el día que llego determinada, o me están esperando (mi vieja claro, nadie más me espera en mi casa, simplemente porque hace años que dividí mi vida familiar con la del resto de las personas), o mis hermanos están en la computadora o me cuelgo con cualquier otra cosa.
Cualquier excusa es buena a la hora de no arrancar.
Si llego a la pc, probablemente no me ande el servidor, o la conexión este lenta o simplemente no pueda descifrar las putas letras de la verificación. Alguien sabe con que necesidad ponen dibujitos tan complicados?
A veces llego a la instancia milagrosa de crear el blog. Escribo una introducción como esta: explicando que es el blog número 5.632.158 que creo y que empiezo. Básicamente arranco con la promesa de no cumplir mis promesas.
Creo que es una cuestión de constancia. De chica mis viejos me enseñaron que yo era inconstante.
Toda mi infancia me la pase rogando una guitarra. Pero siempre me contestaron "para que... la vas a dejar tirada a los 5 minutos". Y detrás de eso venia la típica "te compramos la raqueta de tenis, fuiste a 3 clases y dejaste".
Lo que pocos saben, y ellos nunca recordaron, es que me anotaron en tenis un verano, no me acuerdo de que año, y fue casi en contra de mi voluntad.
Yo volvía de visitar a mi abuela en Buenos Aires. Kika, mi abuela a la que nunca llame abuela, me había asegurado que era muy buena dibujando y tenía que hacer algún taller.
Mi abuela, la única persona de la familia para la que fui incondicionalmente la preferida y lo demostraba constantemente, había querido hacer dibujo toda su vida y nunca había podido.
Yo me baje del colectivo y lo primero que le dije a mi vieja fue: quiero hacer dibujo, a lo que ella contesto: Tu papá quiere que hagas tenis.
Siempre fui de decir que no a todo. Capaz que por eso, una especie de retribución karmica, dije que si.
Por supuesto, odie el tenis desde la primera clase. Deje a menos de un mes. Además, era pésima.
Y bueno, capaz que me dedique a plasmar este tipo de anécdotas. Tal vez le mezcle un poco de mi angustia existencial y le de un toque de esos comentarios que el resto encuentra graciosos.
Como sea... acá vamos. De nuevo...

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